Cuando el 7 de agosto del año 2010 Álvaro Uribe dejó la presidencia de Colombia se hizo muy popular la expresión “Cesó la uribe noche”, en alusión a una frase contenida en el himno nacional que hace referencia al fin de la dominación colonial española:
“¡Cesó la horrible noche!
la libertad sublime
derrama las auroras de su invencible luz”.
Se pensaba que con la salida de Uribe se dejaban atrás 8 años de guerras, violencias, falsos positivos, chuzadas, persecuciones, montajes judiciales, amenazas, atentados, asesinatos selectivos, masacres, corrupción, despojos y una política económica neoliberal radical y salvaje.
Tras la salida de Uribe llegó José Manuel Santos a la presidencia. Llegó de la mano de Uribe Vélez, pero tomó distancia del uribismo, y aunque no realizó cambios estructurales de fondo se firmó el Acuerdo de paz con las FARC y la violencia se redujo considerablemente, especialmente en las zonas agrarias donde se había concentrado en los últimos años. Se destapó el horror de los falsos positivos y fueron encarcelados muchos generales, coroneles y oficiales comprometidos en ellos. El mundo conoció el horror de los miles de jóvenes que fueron secuestrados o llevados con engaños a las zonas agrarias donde se les vestía de guerrilleros y se les asesinaba a sangre fría, luego se montaban supuestos escenarios de confrontación para hacerlos pasar como “peligrosos guerrilleros dados de baja en combate”, lo que le garantizaba a los soldados participantes el tener derecho a permisos especiales, y a los oficiales les proporcionaba recompensas económicas y ascensos. A Uribe y a los Altos Mandos los falsos positivos les permitían entregar estadísticas que mostraban que estaban ganando la guerra a la subversión. El acuerdo de paz redujo considerablemente la violencia y trajo cierto respiro a las zonas campesinas y de las comunidades y pueblos indígenas.
Después de Santos llega Iván Duque a la presidencia en agosto del año 2018. Es el regreso del uribismo al poder. El único merito de Duque es haber sido escogido por Uribe como candidato. Algunos pensaron que al igual que Santos, el joven Duque tomaría alguna distancia con su mentor, pero no fue así, y es evidente que quien gobierna en Colombia es Uribe Vélez. Con Duque en la presidencia el uribismo se ha esforzado en cumplir una de sus promesas electorales: hacer trizas el acuerdo de paz y la vía para lograrlo fue provocando cambios negativos en el acuerdo, incumpliendo sus programas fundamentales y asfixiando económicamente el proceso.
El gobierno asumió un discurso duro y criminalizador contra los movimientos sociales y contra los defensores de derechos humanos. La violencia volvió a las zonas campesinas y a los territorios indígenas, los grupos paramilitares hacen cada día más presencia abierta por todo el país, y han regresado las masacres. Cada día es asesinado un líder o una lideresa social, en un exterminio donde las lideresas son un objetivo especial. Es la vieja práctica paramilitar y de todas las violencias y todas las guerras de eliminar a las mujeres lideresas en cuanto ellas representan la cohesión familiar, comunal y territorial.
El escándalo de la presente semana es el descubrimiento de un poderoso operativo de espionaje y seguimiento montado en varios batallones y unidades militares y dirigido a espiar a magistrados, congresistas y periodistas. Las escuchas se realizaban con modernos y muy sofisticados aparatos donados al Ejercito colombiano por las autoridades norteamericanas, quienes dicen no saber cuál iba a ser su utilización real. Los aparatos y las grabaciones fueron incautadas en allanamientos realizados a varias instalaciones militares por orden de la Corte Suprema de Justicia. La revista Semana tuvo acceso a toda la información y destapó el escándalo que incluye confesiones de militares que operaban los aparatos quienes confiesan, además, que toda la información recepcionada con las chuzadas debía ser entregada a un “reconocido jefe político del Centro Democrático”. Es de anotar que en la oficina de un Magistrado donde se recibían denuncias y testimonios en uno de los tantos procesos que se adelantan contra Uribe, fue encontrado uno de los aparatos de escuchas.
Dice la revista Semana, cuyos periodistas han sido objeto de chuzadas y amenazas, que la razón para la salida reciente del Jefe del Ejercito es por estas acciones ilegales. El General fue despedido con impresionantes palabras de agradecimiento por parte de Duque y aduciendo “razones familiares”.
El presidente Iván Duque ha anunciado una severa investigación y ejemplares sanciones a los responsables, a quienes señaló como “manzanas podridas”. Por su parte el ministro de defensa reveló que él mismo había solicitado una auditoria especial a la Inteligencia y la Contra-inteligencia del Ejercito ante denuncias recibidas de posibles hechos irregulares. Desde el mes de junio del año pasado varios congresistas venían denunciando las ilegales acciones de la Inteligencia Militar. La Fiscalía desestimó en su momento las denuncias.
Hablando de chuzadas, operativos ilegales, espionaje, montajes judiciales y de asesinatos misteriosos, hay que recordar al Departamento Administrativo de Seguridad -DAS- organismo de inteligencia que funcionaba adscrito a la Presidencia de la República y que durante los gobiernos de Uribe Vélez se le entregó completamente al narcoparamilitarismo y que desde sus oficinas se desarrollaba buena parte de la guerra sucia y el terrorismo de Estado, con tentáculos de espionaje extendidos a varios países, entre ellos España y Bélgica. Por estas razones fue disuelto el DAS. Pero todo indica que de ninguna manera sus prácticas ilegales, que fueron trasladadas a instalaciones militares.
La pregunta del día es el nombre del alto dirigente uribista que recepcionaba la información.
La pregunta de fondo es si estas prácticas ilegales y criminales involucran a la totalidad del gobierno de Iván Duque, o existe una fractura interna y el sector más radical, adelanta todo el accionar de la guerra sucia.
La pregunta es si tiene Álvaro Uribe un poderoso Estado dentro del Estado, o como en los tiempos del “embrujo autoritario”, Uribe es el Estado mismo.
Lo cierto y evidente es que este entramado criminal de espionajes y escuchas ilegales desde instalaciones y batallones militares, hace parte del tétrico escenario de diarios asesinatos, amenazas, masacres y libre accionar paramilitar por todo el país.
Efectivamente volvió la uribe noche.
Jaime Cedano Roldan
Sevilla, enero 12 de 2020
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