Reparación UP, más allá de la indemnización económica

El pasado 16 de abril hubo un hecho de especial importancia en la lucha contra la impunidad que ha existido en Colombia ante los crímenes del terrorismo de Estado y de la guerra sucia contra los partidos de oposición y contra el movimiento popular. Se instaló en Bogotá el proceso para la identificación de las víctimas de la Unión Patriótica reconocidas en la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que condenó al Estado colombiano por el exterminio de este movimiento político.

Reconocer el carácter histórico de acto no es óbice para señalar que se produce un año y cuatro meses después de promulgada la sentencia, lo que ha llevado a la Corporación Reiniciar, impulsora de esta reivindicación, a realizar diversas denuncias y quejas, y hasta interponer una acción de tutela a la Unidad Nacional de Reparación a las víctimas. Aunque el presidente Gustavo Petro ha expresado claramente la disposición a cumplir lo ordenado por la CIDH, la implementación es demasiado lenta y algunas instituciones involucradas, como el ministerio de salud, para poner solo un ejemplo, no se han dado por enteradas.

Diversos medios de comunicación han resaltado el inicio de este proceso, pero se han quedado solamente en la información relacionada con la indemnización económica, cosa que también parece estar en la mente de algunos funcionarios del actual gobierno, cuando la sentencia de la Corte va mucho más allá, habla de una reparación integral, y la gravedad del daño causado debería llevar al gobierno del cambio a traspasar los límites de la sentencia.  Entendiendo que en un escenario de asesinatos, desplazamientos forzosos y exilios, donde la mayoría de las familias victimizadas lo perdieron todo, empleos, viviendas, enseres, fincas, familias, formas de sustento y mucho más, la reparación económica, aunque tardía, e insuficiente, es un pequeño alivio a las tragedias vividas. 

En otros países con hechos similares y donde no ha habido sentencias judiciales que obliguen a la reparación, como en Chile, el Estado estableció acceso gratuito a la educación y a la asistencia sanitaria para víctimas directas y familiares; y a pensiones vitalicias para quienes por los hechos victimizantes perdieron la posibilidad de cumplir los requisitos para ella.  Estas reparaciones solo se centraron en lo individual, eludiendo lo colectivo y la directa responsabilidad estatal en los crímenes. La sentencia de la Corte por el exterminio de la UP es más fuerte, mucho más política y explícitamente condenatoria del Estado, un logro conseguido tras 30 años de un proceso alegatorio que, sin olvidar a las víctimas en forma individualizada, se centró en el colectivo y en la clara responsabilidad estatal.

En el acto del día 16 se reclamó por la tardanza y por la necesidad de la integralidad, y se valoró que hubiera reconocimiento de las víctimas, no solo por el mecanismo de comprobar una identidad para reclamar una indemnización, sino por ser reconocidos como víctimas, como militantes y activistas perseguidos y criminalizados por sus ideas políticas y por su activismo social.

Es de destacar el alto nivel político de las víctimas agrupadas en las coordinadoras regionales, que, desde la tragedia personal o familiar, tienen no solo la visión de grupo, sino que también la perspectiva de las transformaciones sociales y la construcción de un nuevo país, por lo que lucharon y se sacrificaron tantas mujeres y hombres que son semilla de los cambios que hoy se adelantan en Colombia.

Jaime Cedano Roldán, ex dirigente nacional de la Unión Patriótica

Bogotá, abril 21 de 2024

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Nunca como ellos

Alguna vez en la Sierra Maestra, en el fragor de la lucha por la liberación de Cuba de la mafiosa dictadura que la oprimía, le preguntaron al Che Guevara sobre el qué hacer con unos soldados batistianos hechos prisioneros, y el Che respondió que curarlos y darles buen trato. “Jamás seremos como ellos”, parece que fue la sentencia pedagógica del comandante guerrillero.

 Este “jamás seremos como ellos”, es una práctica que marca del accionar de las militancias que luchan por cambiar al mundo. Algunas veces en medio de las complejidades y durezas de la lucha política, y de las trapisondas, mentiras y difamaciones de las derechas, nos apartamos de esta norma. En el debate sobre la reforma a la salud no hubo argumentos serios por parte de quienes se opusieron y lograron archivarlo, mas no hundirlo, porque la lucha por una mejor sanidad para el pueblo colombiano no ha terminado. En general, con importantes excepciones, las derechas no tienen argumentos serios en la mayoría de los debates. Solo insultos, mentiras, distorsiones y hasta gritos y vulgaridades. 

Ante estos deprimentes espectáculos, la izquierda transformadora y rupturista propone alternativas, estudia los argumentos y los sustenta con profundidad. Pero a veces se pierde el norte y se cae en el “espíritu de grupo” y se califican algunas críticas solo como “ataques para tumbar al gobierno”. Todo lo que digan desde la orilla del frente es rechazable y condenable y todo lo que se hace desde las filas propias es perfecto e incuestionable. Los cuestionamientos a un ministro o ministra no pueden descalificarse simplemente con el argumento de que “es por ser una ministra negra”, o un ministro indígena. Y menos utilizar como argumento, de que en el pasado, o así fuera en el presente, quien critica o controvierte perteneció o pertenece, a una determinada corriente política contradictoria. Las críticas o acusaciones, injustas o falsas, hay que desbaratarlas con argumentos, con hechos, cifras, con ejecutorias.

Con ideas.

Nunca como ellos.

Bogotá, abril 6 de 2024

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La Muerte de Jesucristo Según Saramago

Lo que vamos a escuchar ahora, en este podcast de Suenan timbres, es la parte final del libro El evangelio según Jesucristo. del escritor portugués José Saramago Un libro con una visión distinta de Jesucristo, un ser más humano, lleno incluso de preguntas sobre su misión de salvador del mundo, y que incluso al momento de morir llega a dudar de su padre celestial.

La narración comienza en el momento en que Jesucristo es llevado ante la presencia del procurador Poncio Pilatos, para que este defina su suerte….

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Bolcheriando

Seguimos caminando…

El programa Suenan timbres sigue ampliando su presencia en los espacios de las radios alternativas y comunitarias. Ahora estaremos cada sábado en Bolcheradio, de La voz Digital.

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Petro prende el debate constituyente

El presidente Gustavo Petro estuvo en Puerto resistencia, el lugar emblemático del estallido social de 2021, el corazón de la heroica resistencia de la juventud y el pueblo de Cali contra el paquetazo anunciado por el anterior gobierno de Iván Duque. Rodeado de jóvenes y adultos que integraron la “Primera línea”, el presidente recordó que su gobierno nació de estas luchas y que por ello se mantiene en la primera línea de la persistencia por las grandes reformas sociales por las que el país se movilizó en el estallido social y votó copiosamente en las elecciones presidenciales. Denunció el presidente que la oligarquía colombiana no ha aceptado el resultado de las urnas y no quiere renunciar a sus ilegales privilegios producto de la corrupción y que por ello se oponen a las reformas con tretas políticas, saboteo parlamentario y campañas de difamación, situación que paraliza los cambios necesarios, por lo que entonces el país debería avanzar hacia una Asamblea Nacional Constituyente.

Ahí fue Troya.

La oposición ha calificado la idea de la Constituyente como una medida dictatorial y ha llegado a afirmar que lo que Gustavo Petro busca es perpetuarse en el poder. Esto último lo dicen algunos políticos que pertenecen a las castas que han gobernado a Colombia durante dos siglos.

La propuesta de la Constituyente ha despertado la polarización del país. las derechas se atrincheran en demonizarla y rechazarla, pese que en anteriores gobiernos han sido muy acuciosos en proponerla. Amplios sectores del pacto Histórico y de las organizaciones populares respaldan la idea de convocar al constituyente primario ante el saboteo parlamentario de las derechas. Y algunas voces progresistas, incluso dentro del propio Pacto Histórico, afirman que hay que insistir en acuerdos muy amplios para sacar las reformas adelante, y algunos analistas consideran que la correlación de fuerzas no es favorable para la convocatoria del espacio superior de la democracia, por cuanto bajo diversas circunstancias requiere de la aprobación del congreso de la República, cosa poco probable de conseguir.

Es indudable que la profunda renovación democrática de Colombia, la superación del clientelismo, la corrupción y la histórica violencia requiere de un proceso constituyente de amplio contenido popular y transformador. Tienen razón quienes argumentan que ahora mismo el palo no está para cucharas, pero la propuesta del presidente Petro tiene la virtud de poner al país a discutir sobre la manera de romper el nudo gordiano que impide avanzar y que quiere mantener al país en las prácticas políticas del viejo país. Es cierto que la actual constitución es relativamente nueva, 1991, y que tiene un contenido bastante avanzado. Pero también es cierto que política y socialmente el país ha cambiado sustancialmente, que hay nuevas y variadísimas subjetividades políticas, que hay talanqueras que la constitución del 91 no tocó y algunas que fueron un esperpento como el poder imperial, total y absoluto de la Fiscalía.

La reforma constitucional de 1991 fue un avance frente a la de 1886. Pero el país ha cambiado aceleradamente y el ropaje constitucional ahoga las posibilidades de los grandes cambios necesarios.

El tema es construir el momento adecuado para una Asamblea Constituyente. Que surja de un amplio consenso, de un acuerdo nacional, o que irrumpa sobre los hombros de absolutas y claras mayorías nacionales que representen una gran avalancha rupturista y democráticamente transformadora, a fondo, del viejo país.

Jaime Cedano Roldan

Bogotá, marzo 18 de 2024

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En los retenes no sabían de amores

Finalizaba la década de los setenta y la música vallenata colonizaba el interior del país. La línea de los vallenatos románticos era una especie de avanzada. Seguramente sintonizaba más con los gustos y oídos acostumbrados a los ritmos de Lucho Bermúdez y otras orquestas más conocidas en los clubes de baile que todavía sobrevivían a la fuerte competencia de las discotecas.

 La década comenzaba mal. Estaban en furor las arremetidas represivas amparadas por el “Estatuto de Seguridad”, promulgado por Julio César Turbay Ayala, y empezaban a actuar grupos paramilitares, tan violentos y sanguinarios como los de los años cuarenta y cincuenta. La ciudad de Honda que siempre había estado salvaguardada de las violencias empezó a sentir su peso. Primero como receptora de desplazados que llegaban buscando un poco de paz huyendo de la violencia desatada en el Magdalena medio. Pero pronto llegó la guerra de diferentes fracciones que se disputaban una región muy estratégica para cualquier ejército. 

Pero el tema era el vallenato. Perdón. Otto Serge y Rafael Ricardo nos tenían tarareando a toda hora su canción “Lejanía” y todo el rollo de tener un amor lejos, el dolor de las ausencias y hasta la muerte provocada por esas ausencias. Y sin ninguna explicación científica o hechicera se me mezcló la canción con el nombre de un perdido y desconocido pueblo del departamento del Meta llamado Lejanías, y fue creciendo el deseo de algún día ir a conocerlo.

Finalmente tuvimos que salir espantados de Honda ante la amenazante presencia paramilitar, y algunos meses después, estando semi instalado en Bogotá, me envían al departamento del Meta, concretamente a la región del Ariari, a ayudar a la preparación del V congreso de la Juventud Comunista. Con la compañía del joven dirigente metense Carlos Julián Vélez recorrimos pueblos, caseríos y veredas anunciando la buena nueva del quinto congreso. Un viaje maravilloso, donde tuvimos la oportunidad de conocer al legendario combatiente agrario Plinio Murillo, el «Capitán Veneno» de las guerrillas liberales del sur del Tolima bajo el mando de Guadalupe Salcedo y Dumar Aljure. Tras la amnistía de 1953 se erige como un gran líder agrario del Alto Ariari. En La Cima, que era algo así como las cumbres borrascosas del Meta, entrevistamos al histórico líder agrario Isauro Yosa, conocido como «El Mayor Lister» en los tiempos de la resistencia campesina a la violencia conservadora en los años cincuenta, y en los primeros años de las FARC.

Cuando bajamos de las lomas y cordilleras y cogimos el plan, el destino era nada más y nada menos que Lejanías. La expectativa era total. En un destartalado bus de la flota Macarena íbamos rumbo al imaginario paraíso del amor y del despecho. Era el domingo 15 de marzo de 1981. Contaba a cada instante los minutos que faltaban para llegar a Lejanías. Pasamos por Granada y el bus se enrutó hacia Lejanías.

 Con Carlos Julián íbamos muy contentos pues la gira era todo un éxito. Había mucha expectativa por el V congreso y se habían elegido las delegaciones en muchos sitios. Sus nombres los llevábamos escritos en pequeñitos papeles encondidos en el lomo de un libro de pasta dura. Al llegar a Puerto Caldas había un retén de la policía. Nos hicieron bajar a todos los pasajeros, nos pidieron los papeles, nos preguntaron que para donde íbamos y nos requisaron hasta las muelas. Todo bien y dieron la orden de subir al bus y continuar el viaje. Pero menos nosotros. Se nos heló la sonrisa de tranquilidad y de cierta autosuficiencia por haber supuestamente coronado ese retén.

Nos llevaron al cuartel de la policía y nos hicieron el primer interrogatorio en medio de amenazas y madrazos, mientras nos pasaban con rudeza por la cara, una y otra vez, y muchas otras veces, la escoba de barrer. Al caer la tarde nos sacaron, nos montaron en una volqueta y nos llevaron para el Batallón 21 Vargas del glorioso Ejército Nacional.

Era un sitio que inspiraba miedo, como todos los cuarteles, ya fueran de los militares o de la policía. Nos separaron y nos interrogaron durante toda la noche. Desnudos, de pie todo el tiempo, con la garganta seca y adolorida por la sed y el susto. Varios interrogadores se turnaban. Unos hacían de buenos y otros de malos. Querían que les diéramos los nombres de los militantes de la JUCO de la región. Los tenían frente a sus horripilantes narices en el lomo del libro no leído de Voltaire. En la mañana nos llevaron a un calabozo, muertos de sueño, de cansancio y de miedo. Carlos Julián era el más golpeado, pero su sonrisa tímida de campesino noble pero arrecho, fue un chute de energía para pasar todo ese nuevo día y esa nueva noche semidormidos en el piso húmedo y calenturiento de un mal oliente calabozo.

Al mediodía del miércoles nos soltaron, y hasta con cierta frescura y alegría salimos del batallón. No nos imaginábamos que pocos años después sería el centro del terror y la violencia que desangró a toda la región, en la que mataron a centenares de militantes de la Unión Patriótica, de la JUCO y del Partido Comunista, entre ellos al diputado de la Unión Patriótica Carlos Julián Vélez, asesinado junto a Norma, su esposa, su hijo Luis Carlos de seis años, y su hermano Dimas. Masacrados en un ataque con fúsiles y explosivos en la misma carretera en la que diez años atrás, al lado suyo, iba yo a conocer al pueblo que me había ilusionado oyendo todos los días una hermosa canción vallenata.

“Es muy triste tener un amor

viviendo en lejanía.

Porque el alma se va consumiendo

 en el mar de la ausencia.

La distancia señala en mi vida,

una negra sentencia”.

Jaime Cedano Roldán

Bogotá, 43 años después de aquel 15 de marzo de 1981

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Argentina, entre la ineptitud y la locura

Programa Suenan timbres

Tema central: la situación en Argentina

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«Temprano levantó la muerte el vuelo»

“Temprano levantó la muerte el vuelo,

temprano madrugó la madrugada,

temprano estás rodando por el suelo”.(Miguel Hernández)

La Unión Patriótica aún no había nacido cuando sentimos el primer frío aletazo de la muerte traicionera que nos congeló el entusiasmo con el que por los barrios de Cali, los colegios y universidades andábamos pregonando la buena nueva del Acuerdo de Cese al Fuego, Tregua y Paz. Ricardo Ceballos, nuestro joven camarada, caía asesinado emboscado por una patrulla del Ejército Nacional en un polvoriento camino de Planadas al sur del departamento del Tolima. Era el mes de enero de 1985. Ricardo no era guerrillero ni nada parecido. Era un comprometido militante de la Juventud Comunista, entusiasmado con el acuerdo de paz que algunos meses atrás habían firmado el gobierno y la guerrilla de las FARC. Se había vinculado como socializador del acuerdo con las comunidades campesinas de Planadas, y dinamizador de lo que serían los comités de la UP, que oficialmente se constituirían algunos meses después.

Nos sobrepusimos al golpe recibido y seguimos trabajando por el nuevo movimiento. Vendrían luego el atentado dinamitero contra la sede de la UP en Cali y el secuestro y desaparición de Pablo Caicedo y Marco Fidel Castro.

“Con la paciencia que solo tienen los pueblos”, como diría Mario Benedetti, llegamos a Bogotá al primer congreso de la Unión Patriótica. Mientras realizábamos el trayecto nocturno de Cali a Bogotá sucedió la tragedia de Armero, y, aun así, la fuerza del congreso, el anhelo de paz y de un nuevo país volvió a encarrilarnos por los senderos de la esperanza.

El 11 de octubre cuando nos preparábamos en el parque de la caña para salir en bullicioso desfile hacia el parque panamericano para clausurar el III Encuentro Nacional de la Juventud, cuando recibimos la noticia del asesinato de Jaime Pardo Leal. La fiesta de clausura se convirtió en combativa y dolorida marcha de denuncia. Luego vendrían largos años recibiendo la noticia diaria del asesinato de tantos y tantas camaradas con quienes habíamos compartido aventuras, luchas, sueños, rumbas, locuras, debates. Tantas cosas.

“Mi voz la que está gritando,

 mi sueño el que sigue entero

y sepan que solo muero

 si ustedes van aflojando”

Durante treinta y nueve años hemos gritado esta consigna hasta el cansancio y desde la impotencia. 

Lo mismo que “por nuestros muertos ni un minuto de silencio, toda una vida de combate”.

Son los recuerdos y sensaciones que se nos amontonaron en la cabeza cuando la senadora de la UP Jahel Quiroga, con la voz entrecortada, intervenía en el acto solemne de radicación del proyecto de ley para instituir el 11 de marzo como el “Día Nacional en Conmemoración de las Víctimas de la Unión Patriótica”. Un sentimiento de alegría y de dolor inundó el emblemático salón de sesiones del senado de la República, engalanado con banderas de la UP y con las imágenes de una veintena de compañeras y compañeros asesinados que estaban por todo el hemiciclo en representación de miles de víctimas. Las curules donde se sientan a sesionar sus señorías estaban en esta ocasión ocupadas por gente sencilla del pueblo, venidas de todos los rincones del país con el recuerdo vivo de sus seres queridos asesinados, torturados o desaparecidos.

Creo que desde algún lugar del universo o de la historia Ricardo nos sonreía satisfecho.

Nadie ha ido aflojando.

Jaime Cedano Roldan

Bogotá, 26 de febrero de 2024

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